Vivo en una zona con una mediana fronda en catidad y tamaño, casi pegado a la falda de la montaña, es decir en La Falda por dos, atento el nombre de mi ciudad, trabajo en lo que denomino un templo que es mi estudio rodeado por la biblioteca, que si bien es conocido que los libros nutren cuando son abiertos, no siempre es así, también se puede recibir su influjo por fe en ellos.
Desde la ventana me trae parte del parque, con una regular dimensión de prado, donde descienden las aves a comer los granos de la cizaña, otros gusanos mediante picoteo del suelo, otros como los carpinteros insectos y larvas mediante el ascenso por los troncos que extraen debajo de la corteza, los colibrí néctar con el libar de las flores, las palomas el fruto de los siempre verdes.
Ciertamente la fauna es de gran variedad de tamaño, colores y hábitos, pero tienen en común que vuelan y son bípedos.
Están durante todo el día, y en las pausas los veo a través de la ventana a unos y otros, y lo que me llama la atención es su desplazamiento sobre el piso, todos caminan en forma diferente, y ahí está el meollo de la presente nota, el origen de que se sostengan y se desplacen sobre dos patas.
Nada se parece mas a un dinosaurio que un pájaro, que a trocado su fuerte mandíbula dentada por un pico, pero que ha sido el predecesor del desplazamiento en dos patas, niveladas por sus colas que compensaban los pesos delanteros, heredados por los pájaros con sus colas de plumas.
El paso de cuadrúpedo a bípedo a mi entender se ensaya con los dinosaurios, que nada tiene que ver con don Dino, veloz como ellos pero de tamaño reducido y forma humana sin rabo.